En síntesis, se confunde el “arroyo Abroñigal”, geográficamente muy extramuros del Madrid entre los siglos xiii y xvi con el primitivo «qanat» cristiano-musulmán que se conocería como “viaje del Alto Abroñigal”, cuyo sobrante desaguaba en la vega del arroyo de la Fuente Castellana, señalado por un «Arca Cambija», junto a la «Huerta del Duque de Avero, que después fue del Conde de Oropesa»,[6] a la altura del convento que dio nombre al actual paseo de Recoletos.
[2] Procedían de manantiales subsidiarios del arroyo Abroñigal y abastecieron la Villa de Madrid durante los siglos xvii, xviii y gran parte del xix.
[12] Benito Pérez Galdos menciona en varias de sus obras el Abroñigal.
[13] Medio siglo después, el nobel Camilo José Cela sitúa algunos episodios de su novela coral La colmena en este arroyo que dio de beber a reyes y emperadores, pero sus cuadros literarios tienen resonancias discordantes con tal esplendor...«Unos niños juegan tirando piedras contra los charcos que la lluvia dejó.
Por el verano, cuando todavía no se secó del todo el Abroñigal, pescan ranas a palos y se mojan los pies en las aguas sucias y malolientes del regato...».