Es un edificio muy práctico que facilita su construcción y expansión por todo el imperio con pequeños ajustes, preparado para ser decorado posteriormente, cuando se disponga de recursos económicos.
Por lo tanto, es fácil adaptar el edificio al gusto de la época y del lugar.
[5] Existen numerosas obras menos conocidas en todo el país, concretamente en Viseo, Santarén y Faro.
Es un palacio real, una catedral y un monasterio, construido después de una promesa hecha por el rey relacionada con su sucesión.
Diseñado por João Frederico Ludovice, arquitecto alemán establecido en Portugal, la obra comenzó en 1717 y finalizó en 1730.
Se trata de un inmenso edificio con dos torreones en la fachada, a semejanza del torreón destruido del Palacio de Ribeira, con la basílica en el centro y dos campanarios presididos por una imponente cúpula.