La construcción de un acueducto para llevar agua a la ciudad dio al rey Juan V la oportunidad de satisfacer su pasión por las construcciones grandiosas, ya que la única área de Lisboa que tenía agua era la Alfama.
El proyecto se pagó gracias a un impuesto sobre la carne, el vino, el aceite y otros comestibles.
El camino público sobre el acueducto, estuvo cerrado desde 1853, en parte debido a los crímenes perpetrados por Diogo Alves, un criminal que lanzaba a sus víctimas desde lo alto de los arcos.
El diseño original, de 1745, es obra del arquitecto húngaro Carlos Mardel.
Completado en 1834, se convirtió en un popular punto de encuentro para los monarcas y sus amantes.