Animita

Animita es el término chileno utilizado para referirse a un lugar de veneración religiosa o mitológica, generalmente desarrollado como una capilla, ermita, santuario o templete, que recuerda un hecho trágico en espacios públicos.

Entonces, le pueden pedir que intervenga frente a santos o el mismo Dios para que les soluciones problemas, y si este asunto es resuelto, el deudo le debe agradecer poniéndole una placa.

La diferencia está en que la Iglesia católica acepta como santos a personas de intachable conducta y tras un proceso; mientras que las animitas pueden pertenecer a delincuentes fusilados (como Dubois o Santos Guayama), agnósticos (Balmaceda) o simples personas muertas trágicamente (como Lázaro Blanco, alcanzado por un rayo, o Elvirita Guillén, violada y asesinada).

Por esta razón la Iglesia Católica no acepta este tipo de culto aunque las personas que lo practican no lo ven como «anticatólico», sino todo lo contrario, como una parte de la Iglesia.

Un aspecto interesante que refleja el sincretismo cultural es el dejar regalos en la animita destinados al fallecido.

Devotos dejan placas, vestimentas, figuras y otros objetos en agradecimiento por los favores concedidos en la animita del Santuario de San Sebastián en Yumbel
Placas puestas en la animita de Romualdito por fieles tras ser cumplidas sus peticiones.
Animita de Petronila Neira, Cementerio General de Concepción .
Familiares y amigos visitan la animita de un joven de una barra brava chilena atropellado en La Florida en la noche de Año Nuevo.
Animita semiabandonada de un hombre asesinado (c. 1940) en una calle de la comuna santiaguina de Ñuñoa .
Animita levantada a un dirigente sindical asesinado durante el régimen de Pinochet
Animita con un cigarro de regalo para el difunto.
Obsérvese como se respeta la pared de la animita. Acá víctimas de un incendio de un edificio patrimonial.
Santuario a Gauchito Gil.