En la escuela, Alphonse parece inclinarse más a seguir una carrera científica: en la preparatoria estudia en el área de ciencias.
Rechazado por unos exámenes orales en Historia y Geografía, es finalmente aceptado el año siguiente.
Para sobrevivir, intenta hacer fotografía, siguiendo el ejemplo de su amigo Charles Cros, pero no le funciona.
Decide entonces intentar el oficio de periodista, publicando crónicas extravagantes en diversas revistas parisinas.
En 1880, después de terminar sin éxito sus estudios en farmacéutica, Alphonse se vuelve colaborador del periódico Le Chat Noir, donde aparece su nombre por primera vez en 1883.
Es en este periodo cuando Alphonse publica sus primeros libros: À se tordre (1891) y Vive la vie!
Poeta y al mismo tiempo humorista, Alphonse Allais cultivó principalmente el poema homonimio, que se constituye enteramente de homófonos.
Hoy, cuando las sucesivas crisis en todos los órdenes (político, social, científico, artístico, etc.) abren la entrada a soluciones sin solución, es decir imaginarias, aparecen en escena ideas, pensadores, escritores y artistas considerados en su momento poco serios; y es que, toda una visión estable de la realidad bascula en esa misma línea paródica, poco seria, casi patafísica.
Marcel Duchamp en el arte y Alfred Jarry en la creación literaria son las referencias obligadas.
El gran especialista en su obra y biógrafo Francois Caradec señala: “A veces resulta difícil comprender sus relatos ¿qué quiere decirnos?
El discurso de Allais no es valorativo, ni crítico y menos aun moralista.
Una palabra o un leit motiv (latiguillo) genial repetido a lo largo del relato (Compañía general para la distribución del aire natal a domicilio) son suficientes para esbozar la sonrisa del lector y de paso (y esto ya no es simple humor) alterar nuestro rutinario sistema de percepción neuronal.
Jugando con las palabras de un clásico del pensamiento (Max Stirner), muy bien podríamos presentar a Alphonse Allais como “el único y su propiedad”.
Afortunadamente, el día que este misterio sea por fin desvelado, conoceremos, para disfrutarlo, al “más grande cuentista en lengua francesa” (François Caradec) y el que mejor ha resistido al paso del tiempo.