En este contexto, José Victorino Lastrarría, principal difusor del positivismo en Chile,[7] se comprometió con la idea de que la ciencia era la herramienta más efectiva para dar solución a los problemas que asolaban a la sociedad chilena.
[10] Entre los miembros fundadores se hallaron Diego Barros Arana, Miguel Luis Amunátegui, Benjamín Vicuña Mackenna, Juan Domingo Arteaga Alemparte, Eduardo de la Barra, Manuel Antonio Matta, Eugenio María de Hostos, Augusto Orrego Luco, Luis Rodríguez Velasco, Marcial González y Fanor Velasco.
[9] La Academia se ofreció a sí misma como un punto de encuentro entre letras y ciencia, conjunción temática para nada extraña en el Chile decimonónico, donde las grandes figuras humanísticas y políticas solían contar con amplios estudios y formación científica:[11] La Academia contó con el patrocio del emprendedor minero Federico Varela Cortés de Monroy, su "Académico Protector", hecho que remarca su favorecimiento a la burguesía industrializante y la tensión con el latifundismo terrateniente, al cual repudiaba.
[15] La segunda fue Rosario Orrego, quien presentó su discurso de incorporación y también declamó el poema titulado "La mujer".
El cultivo del positivismo en Chile tuvo diversas vertientes, pero la Academia fue lo suficientemente pluralista para tener en sus filas tanto a positivistas heterodoxos como a aquellos más comprometidos con el proyecto comteano ortodoxo:[19]