Mary Wigman

En 1896, cuando Marie contaba con nueve años de edad, murió su padre, un suceso que golpeó duramente a la familia.

Según sus propias palabras, «tenía talento musical y una buena voz», sin embargo, sus padres se opusieron a que emprendiera una carrera como cantante.

[3]​ Posteriormente asistió a internados en Inglaterra y Suiza para mejorar su nivel en lenguas extranjeras.

Durante su estancia en Italia estudió, entre otras cosas, las imágenes de bailarinas que aparecen en la cerámica ática, cuyos cuerpos parecían «vivos», según Wigman.

[5]​[6]​[7]​[8]​ El espacio, en la escuela de Laban, tenía un papel preponderante y la música, a veces, era sustituida por la percusión o por la palabra.

[10]​ El arte de Mary Wiman tuvo una gran relevancia para el compositor y director Carl Orff y su trabajo posterior: «Todas sus danzas estaban animadas por una musicalidad inaudita, incluso la famosa danza sin música Hexentanz.

[12]​ Entre su alumnado, tan numeroso como internacional, cabe destacar grandes talentos de la danza como Gret Palucca, Yvonne George, Hanya Holm, Margarete Wallman, Vera Skoronell, Berthe Trümpy, Max Terpis, Pola Nireńska y Harald Kreutzberg, quienes a su vez tuvieron una exitosa carrera artística y fundaron sus propias escuelas.

[2]​[13]​[14]​ Wigman coreografió muchos solos y grupos de danza con los que emprendió giras célebres por Europa y América (debutó en Londres en 1928, en Nueva York en 1930), exhibiéndose incluso en las Olimpiadas de Berlín (1936) con su obra Die Totenklage (canto fúnebre).

[2]​[12]​[13]​[15]​ La danza expresionista o nueva danza (Ausdruckstanz o Neuer Tanz en alemán) se popularizó de tal forma que Wigman abrió academias por toda Alemania y una en Nueva York, bajo la dirección de Holm.

Hoy en día se celebra como una figura importante en la historia de la danza moderna y del expresionismo alemán.

Se basaba en un principio de tensión-relajación, lo que procuraba mayor dinamismo al movimiento.

Fue concretamente Wigman quien comenzó a utilizar la quietud como potencial en el movimiento, no como sinónimo de silencio ni vacío.

Por otro lado, publicó varios libros entre los cuales se encuentran “El lenguaje de la danza” (Die Sprache des Tanzes) y “El camino hacia la danza” (Der Weg zum Tanz).

[19]​ Para entender la obra y el legado de Mary Wigman en un contexto más amplio, es esencial tratar las controversias en las que se vio envuelta y las observaciones negativas que algunos críticos hicieron sobre su obra.

En primer lugar, su asociación con el régimen nazi fue una de las principales controversias relacionadas con la bailarina.

[22]​ Su uso del baile como medio de expresión política ha sido, sin embargo, cuestionado por algunos críticos en especial debido a su figura ambivalente[23]​ en relación con la época y situación en el que se situaba.

Mary Wigman a orillas del lago Mayor y a los pies del monte Verità, matriculada en la escuela de arte de Rudolf von Laban, entre 1913 y 1919.
Mary Wigman bailando su Hexentanz (baile de brujas) en 1926.
Mary Wigman Studio