Cuando estas noticias se difundieron tras la muerte del famoso navegante y explorador, algunos plantadores antillanos plantearon al Presidente de la Royal Society, el naturalista sir Joseph Banks, la posibilidad de transportarla al Caribe para comprobar si era posible su plantación extensiva.
Sin embargo, temporales desusados y persistentes vientos contrarios le impidieron atravesar hasta el Pacífico, por lo que tuvo que volver al Atlántico para arribar a la Polinesia vía el cabo de Buena Esperanza y el océano Índico.
Cierto día, cuando se encontraban entre las islas de Tofoa y Kotoo, Bligh advirtió que faltaban algunos cocos.
El comandante ordenó que se redujeran las raciones de grog y amenazó con echar al mar a quienes fueran sorprendidos en algún robo.
Pasadas las cinco de la mañana del 28 de abril, según las declaraciones tomadas por los jueces militares, los conjurados aparecieron en el puente armados con fusiles y bayonetas y pese a ser unos pocos, se apoderaron del buque con rapidez sin hallar prácticamente ninguna oposición.
Con las maderas y herramientas construyeron varias cabañas que también camuflaron convenientemente para no ser vistas desde el mar.
No fue hasta 1808 cuando la isla volvió a ser visitada por otro buque, en este caso estadounidense.
De los 10 prisioneros supervivientes al naufragio del HMS Pandora, cuatro contaron con el testimonio favorable de Bligh y fueron absueltos; otros dos fueron condenados pero posteriormente recibieron el indulto real; uno más fue condenado, pero exculpado por un tecnicismo legal.