No obstante, su falta de experiencia militar durante el Risorgimento le sería reprochada por sus enemigos años después.
En 1882 fue nombrado consejero de Estado y electo diputado por la izquierda constitucional o "Sinistra Storica" formada por los liberales de corte anticlerical que habían tenido gran influencia ideológica durante el Risorgimento y ahora eran personajes poderosos en el joven Reino, lo cual inició su actividad como político profesional.
Descubierto el grave fraude en 1889, las investigaciones dieron un vuelco dramático cuando el gerente bancario Bernardo Tanlongo denunció haber sobornado a importantes políticos (como Crespi y el propio Giolitti) para que le permitan seguir operando pese al enorme déficit.
La meta de Giolitti era asegurar el crecimiento económico de Italia mediante un firme liberalismo económico, mezclado con un moderado proteccionismo, y buscando aislar a los elementos más radicales de cada sector (derechas o izquierdas), mostrando así a los "moderados" que la estabilidad política del país era lo que mejor convenía a sus intereses.
Posteriormente, en marzo de 1914, Giolitti perdió el poder cuando los liberales radicales y los socialistas del parlamento le negaron su apoyo tras pactar abiertamente con la "Unión Católica Electoral", aunque retuvo su escaño parlamentario, pero logró que un aliado suyo, Antonio Salandra, le sucediera.
En esta instancia Giolitti fue vencido por amplio margen y prefirió retirarse del parlamento, aún como jefe de los liberales.
Cuando el fascismo irrumpió con gran fuerza en la política italiana, Giolitti rehusó oponerse frontalmente a ellos, pese a la violencia de los "camisas negras", considerando que solo el fascismo podía impedir una deriva hacia la extrema izquierda.
Aunque Giolitti siguió siendo miembro del parlamento, esto lo sumía en la intrascendencia en tanto el viejo parlamentarismo había perdido toda importancia práctica ante las nuevas leyes de la dictadura fascista.