Blücher, el general más veterano de los que participaron en las guerras napoleónicas, era un hombre belicoso, sumamente inteligente y afecto a la acción directa.
Ascendido a teniente general, fue hecho prisionero tras las batallas de Jena y Auerstaedt.
Blücher juró vengarse y comenzó a hacerlo mediante sus numerosos éxitos en la campaña de Silesia (1813).
Durante esta etapa trabó amistad con el general August Neidhardt von Gneisenau, decisión que contribuyó enormemente a su carrera.
No obstante, la gran batalla que se avecinaba había obligado a conseguir tropas nuevas.
Blücher tenía asimismo muchísimos hombres que componían el tipo de fuerza denominado Landwehr (infantería), pero pobremente vestidos y mal equipados.
Sus principales errores fueron concentrar el ataque de su vanguardia en Ligny, en lugar de atacar al grueso del ejército francés; no haber considerado que el lodo y la lluvia lo harían llegar tarde; y disponer movimientos de tropas por caminos que estaban obstruidos y trabados por los servicios sanitarios que transportaban heridos.
Había conseguido vengar las ofensas inferidas durante su antiguo cautiverio de los franceses.