Esta última predilección fue heredada por Ricardo, quien dibujaba escenas campestres y realizaba pinturas al óleo.
Un año después de nacer Ricardo, la familia se trasladó a Europa, donde permaneció durante algún tiempo.
Abandonó los estudios universitarios y emprendió trabajos en los que tampoco se mantuvo mucho tiempo.
Ya en estos primeros borradores se dio cuenta de que había forjado un estilo muy particular.
Entre todos los escritores que conoció en esa visita, quien mayor huella le dejó fue Valery Larbaud.
En 1922 vuelve a Europa y, además de establecerse en París, pasó una temporada en Puerto Pollensa, Mallorca, donde había alquilado una casa.
A partir de ese año se produjo un cambio intelectual y espiritual en el escritor.
Se interesó cada vez más por la teosofía y la filosofía oriental, en busca de la paz del espíritu.
Sus ideas literarias empezaban a tener aceptación en Buenos Aires, ciudad que se veía asaltada por los movimientos vanguardistas.
El cadáver es trasladado a Buenos Aires para darle sepultura en San Antonio de Areco.