Tuvo un aprendizaje más bien accidentado, con varios maestros, y superó diversos obstáculos para triunfar.
Finalmente, Boucher emprendió el viaje a Italia acompañando a los Van Loo, y el director de la Academia de Roma, Charles-Joseph Natoire, le recomendó representar paisajes tomados del natural.
Tras su regreso a Francia, en 1731, fue admitido en la Real Academia de Pintura y Escultura.
Sus primeras obras celebraban la tranquilidad de la naturaleza y la evasión que otorga el campo.
Su trabajo olvida la inocencia tradicional del campesino, e impregna sus escenas con algo de erotismo, y sus escenas mitológicas son apasionadas y amorosas, en lugar de las típicas épicas.