La presencia de los vikingos en Galicia se produjo en el período comprendido entre los siglos IX y XII, en un contexto en el que los pueblos que habitaban Escandinavia se habían aplazado sus luchas internas para dedicarse más a la navegación, el comercio y la piratería, lanzando periódicas expediciones comerciales, de saqueo y conquista principalmente contra la costa del océano Atlántico, pero también ascendiendo por el curso de los ríos hasta los lugares que pretendían saquear.
Gonzalo rezó pidiendo la protección del cielo contra el ataque y entonces se desató una gran tempestad que hundió la mayor parte de la flota invasora.
En el año 964 los vikingos regresaron, y el propio obispo Rosendo de Mondoñedo tuvo que hacerles frente.
En Lugo el obispo Hermenegildo consiguió defender la ciudad, pero no pudo impedir que los vikingos arrasaran las tierras de Bretoña, cuya antigua sede quedó destruida, siendo reconstruida posteriormente en el actual Mondoñedo.
[8] Del año 1026 se conserva un documento que revela una práctica habitual entre los nórdicos, el secuestro de rehenes para obtener rescate.
En el documento aparece Octicio negociando la liberación de dos mujeres, Meitilli y Gocina, madre e hija, por las que finalmente entregó una capa, una espada, una camisa, tres lienzos, una vaca y tres modios de sal.
Varias fortificaciones como las Torres del Oeste o la muralla de Santiago fueron erigidas para la defensa frente a los nórdicos.