El tratado fue entendido por el Imperio austríaco, Rusia y Prusia, potencias absolutistas, como una acción diplomática conjunta en política internacional para defender los modelos liberales que representaban los gobiernos de la Cuádruple Alianza.
Como expresa Menchén Barrios, "las ambiciones políticas que conducen a ella [a la Cuádruple Alianza] están en función de los antagonismos existentes entre la Europa liberal que surge de la revolución y la Europa absolutista".
[4] En Francia la revolución de 1830 dio el poder a Luis Felipe que adoptó al principio posturas liberales.
En el Reino Unido los whig se hicieron con el gobierno e impusieron la Gran Reforma en 1832, que permitió cierto aperturismo político y una ampliación de las bases del régimen parlamentario.
En España la situación también era similar aunque la guerra no estallaría hasta después de firmar el tratado.
[7] Una muestra del aislamiento de España en la política internacional es que sólo Francia e Inglaterra reconocieron a Isabel II como legítima heredera en un primer momento.
[1] Sin necesidad de indicarse explícitamente por el tratado, Inglaterra seguía manteniendo su influencia en Portugal y se evitaba una acción unilateral española.
[10] El significado más evidente para la historiografía sobre la Cuádruple Alianza es que este tratado conllevaba una "tutela" del Reino Unido y Francia sobre España y Portugal, algo que se reflejaría ya en el mismo texto del tratado.
La tutela se debía al desigual peso de los firmantes por su situación y circunstancias.
[14] Portugal, pese a considerar el apoyo militar como imprescindible, se unió al tratado con poco entusiasmo, viéndolo como algo necesario e inevitable.
[14] Vilar cree que incluso Portugal se unió al tratado "de forma un tanto forzada".
[6] En cambio, España firmó como entusiasmo, ya que se vio como un éxito diplomático, como la "coronación del proceso de acercamiento al Reino Unido.
Sin embargo, la intervención no se produjo y esto llevó a una mayor dependencia e influencia inglesa para España.
Se hizo efectiva sólo en 1836 y al año siguiente las tropas tuvieron que regresar por las sublevaciones internas en Portugal.
[16] Además de la ayuda militar, el Reino Unido jugó un papel importante en el aspecto diplomático, sobre todo en dos cuestiones.
[27][28] En el plano internacional las primeras divergencias, sin causar graves problemas en todo caso, se dieron en Egipto, en 1840, cuando Francia apoyó a Mehmet Alí en su intento de independencia del imperio otomano, teniendo finalmente que ceder y abandonar a Alí.
[29] En Portugal las pugnas entre franceses e ingleses siempre tuvieron menor importancia, pues se siguió manteniendo sin más la tradicional influencia británica.
Como resume Vilar, no sólo "contribuyó de forma decisiva a la consolidación del régimen liberal español", sino que "determinó incluso la orientación general de la política exterior española durante todo el reinado y, en cierta medida, hasta 1939".