En Navarra, por contra, donde no imperaba la ley sálica, Juana fue reconocida como reina.
Carlos II consideraba legítimas sus derechos al trono francés y nunca aceptó que le usurparan la corona de Francia.
Más aún, la situación se hacía propicia a los intereses ingleses y el duque de Láncaster aprovechó para desembarcar en Cotentin aliándose con Felipe de Navarra y Godefroy d'Harcourt, tío del conde ejecutado.
[3] Por ello continuó actuando y reclamando sus derechos al trono durante toda su vida.
El delfín sabía dónde estaban los intereses del reino de Francia y demostró gran sabiduría durante sus negociaciones.