Enrique pudo contar con las tropas del Reino de Aragón, en guerra contra Castilla desde hace 10 años, y con las Grandes Compañías, dirigidas por Bertrand Du Guesclin siguiendo instrucciones del rey de Francia Carlos V.
El tratado, firmado en Libourne, estipulaba que tanto ingleses como navarros debeían proporcionar ayuda militar y financiera a Pedro I para recuperar su trono y en compensación recibir diversos territorios.
Por su parte, Carlos II pretendía recibir el resto del territorio vasco así como un condado situado en la región de Burgos.
Para garantizar su parte del tratado, Pedro I el Cruel deja a sus tres hijas en residencia en Saint-Émilion y regala al Príncipe Negro un gran rubí (en realidad una espinela) que todavía adorna la corona imperial de los reyes de Inglaterra.
En 1373, finalmente debe devolver los territorios adquiridos en 1368 y aceptar una alianza matrimonial con el nuevo poder castellano (matrimonio del futuro Carlos III de Navarra con Leonor de Trastámara).