La planta es rectangular y de una sola nave que está dividida en cuatro tramos.
La torre y la sacristía están situadas al exterior pero adosadas a la nave por el lado de la epístola.
Las dos entradas, una a los piés del templo y otra al lado de la epístola.
En los últimos años estas actividades vivieron un importante receso debido, en parte, a que no resultaba rentable la explotación de la tierra.
En el interior del pueblo existen pequeños bares y un par de casas rurales.
En la actualidad ya no las nombra la Iglesia sino que se prestan voluntarias entre ellas para ejercer este «cargo».
Lo normal es que sean jóvenes solteras aunque, a falta de ellas, ha habido años en que han sido casadas o niñas de entre diez y doce años.
Ahora cada joven, soltera o casada, se ocupa del suyo.
Una vez elegidas las tableras, cada una ha de buscar su danzador y contar además con los guías del baile, tambor y flauta, que son los que van a dar el tono, sentido y dirección a las danzas del «Chicurrichi», comenzando a ensayar con casi de un mes de antelación.