Tesoro litúrgico
Tesoro litúrgico, de la iglesia o eclesiástico, es el entorno dentro de una iglesia donde se custodian (cuando no se utilizan en el culto) los objetos más preciosos vinculados a la liturgia cristiana: reliquias (y sus contenedores, los relicarios), paramentos litúrgicos (adornos textiles y vestimentas sacerdotales), orfebrería (cruces, vasos y recipientes sagrados -cálices, copones, patenas, ostensorios-[1]), libros (misales, breviarios, biblias, evangeliarios, libros de coro, etc. particularmente los más valiosos, como los códices, los manuscritos iluminados o los incunables), documentos importantes, pinturas y esculturas de arte cristiano, etc.; tanto para su preservación como para su exposición ante fieles y turistas.La dependencia habitual donde esta función se cumple es la sacristía; pero cuando la cantidad y calidad de objetos reunidos lo hace conveniente, suelen disponerse en salas más amplias en forma de museos (museo diocesano o museo catedralicio en el caso de las catedrales, museo parroquial en el caso de las iglesias parroquiales, museo abacial, monástico o conventual en el caso de las abadías, monasterios o conventos), para acceder a los cuales es necesario pagar entrada, mientras que la visita a las iglesias suele ser gratuita.[2] Su condición de tesoro, más allá de su valor espiritual, está unida a su valor material; y este se debe tanto al valor de los materiales con los que se realizan tales objetos (metales preciosos como el oro y la plata, piedras preciosas o semipreciosas) como a su valor artístico y al deseo de coleccionarlos.A pesar de todo ello, muchas instituciones religiosas han logrado mantener o recuperar sus tesoros durante siglos.La expresión "tesoro de la Iglesia" como concepto teológico hace referencia a los méritos espirituales que atesora la Iglesia.