Teoría crítica

La Teoría crítica es representada principalmente por Theodor Adorno, Walter Benjamin, Max Horkheimer, Herbert Marcuse, Jürgen Habermas, Oskar Negt o Hermann Schweppenhäuser, Erich Fromm, Albrecht Wellmer, Axel Honneth e incluso Paulo Freire, entre otros.Pero además expresaban una pérdida progresiva de esa confianza básica que los marxistas habían sentido tradicionalmente en el potencial revolucionario del proletariado.Lo cual significa que las organizaciones conceptuales, o sistematizaciones del conocimiento, en otras palabras, las ciencias, se han constituido y se constituyen en relación con el proceso cambiante de la vida social.Se preocuparon por el método dialéctico instrumentado por Hegel y trataron, como sus predecesores, de orientarlo en una dirección materialista.Es decir, la Teoría Crítica asume como propia la distinción entre razón y entendimiento, y entiende que la razón lleva las determinaciones conceptuales finitas del entendimiento hacia su auténtica verdad en una unidad superior, que para la Teoría Crítica es la reflexión filosófica o racional.Esto lo trabaja Habermas a partir de una teoría de los intereses rectores del conocimiento, que son en su terminología «el interés cognitivo-práctico» y «el interés cognitivo-técnico» que tienen sus bases en estructuras de acción y experiencias profundas vinculadas a sistemas sociales y el interés cognitivo-emancipatorio que posee un estatuto derivado y asegura la conexión del saber teórico con la práctica vivida.Con la llegada al poder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán en 1933, sus miembros se ven obligados a huir de Alemania.Tras recorrer varias ciudades europeas, el Instituto se instalará finalmente en Nueva York, donde permanecerá hasta 1950.Se plantea, según sus autores, como un proyecto para lanzar conceptos que promuevan un cambio social.Los procesos de subjetivación modernos -entendiendo por tal todos aquellos procesos sociales y culturales formativos que explican lo que hemos llegado a ser- se caracterizan por su tendencia a la homogeneización y destrucción de la diferencia.La Ilustración despojó al mundo de esa dimensión mágica, pero, subrepticiamente, inventó sus nuevos mitos, secretamente.Pero la racionalización introducida por este proceso habría de engendrar a la larga su posición contraria.La razón misma se había ocupado de dar lugar al ascenso a la imprevisible locura del nacionalsocialismo.El orden burgués, la razón y su racionalidad, habían posibilitado la llegada de Hitler.Adorno ya no va a depositar sus esperanzas en la racionalidad, sino, más bien en el arte y en la cultura.Ambos autores sostuvieron con desencanto que los nuevos medios técnicos producían arte estandarizado y fácilmente consumible.Su previsión del futuro, era así desalentadora, a diferencia de la posición sostenida por Walter Benjamin, que cifraba esperanzas en los innovadores medios de la sociedad, pensando, decididamente en las películas, en la fotografía y en los elementos magnetofónicos.La visión que Adorno y Horkheimer tejieron sobre la civilización occidental masificada tiene un tinte señaladamente sombrío.
Instituto de Investigación Social de la Universidad Goethe de Fráncfort
Max Horkheimer (izquierda), Theodor Adorno (derecha) y Jürgen Habermas (fondo derecha) en 1965 en Heidelberg .