Esto se lo afirma según el estudio que la historiadora Dora León Borja hace sobre los sucesos anteriores y posteriores al proceso fundacional de Guayaquil; y entre ello ubicando a los relacionados con la fundación de Portoviejo.
La denominación Puerto Viejo era castellanísima, pero de orígenes navieros y coloquiales, que se habían vuelto oficiales.
Todo ello como uno de los planes principales que tenían el objetivo de sembrar miedo a la sociedad conquistada y lograr la reducción definitiva en pueblos organizados por sus respectivos Caciques.
La mentalidad castellana renacentista y la Pragmática de 1497, redactada en Medina del Campo y promulgada por los Reyes Católicos, sirvió para justificar y aplicar con el apego a una moral cultural contrariada los castigos públicos, como demostración espectacular del nuevo sistema que había llegado para quedarse.
(f) Pedro Álvarez Todas las ciudades fundada alrededor de franjas costaneras como Portoviejo nunca debían ubicarse en situaciones exactas colindantes al mar sino más bien entrometidas en un valle adyacentes a un puerto seguro.
En otras circunstancias sí el Corregidor se ausentaba de las dos Ciudades y tenía dos Tenientes podía evidentemente marcharse y obviar su asistencia a las sesiones de cabildo con tranquilidad cuando le hubiera placido estar ausente.
Durante su mandato Orellana no fue muy popular en Portoviejo, pues al adoptar medidas de desconocimiento a la clase dirigente Encomendera comprendida por nobleza indígena y españoles conquistadores avecinados que estaba emergiéndose, éstos lo tomaron como traición a los pactos que Pacheco y De Olmos llegaron concretar en más de cinco años, una vez pacificada la región para poner la poblaciones indígenas al yugo de Castilla.
La oligarquía indígena y mestiza que se había creado desde la fundación tenía ya asegurado su futuro, y los sucesores de Orellana no se atrevieron a más afrentas; incluso el destino de todos esos caudales sería a invertido en empresas y en ciudades lejanas.
La impaciencia y la captación de riqueza metálica en otras regiones, le llevaron prácticamente a abandonar el cargo, y que los Alcaldes Ordinarios le sustituyeran en las sesiones de cabildo.
La experiencia de esta administración sirvió para que sus similares en otras ciudades suavizaran sus intenciones y facultades políticas.
La confrontación se generaba cuando ambos cabildos recomendaban sus propios candidatos, y en la misma forma el Corregidor saliente intervenía en la selección de la terna escogida para el Corregidor entrante.
Anteriormente los historiadores colonialistas del siglo XX reflexionaban que estos tratamientos exclusivos y rangos de papel eran pactados de acuerdo al incremento de tributos enviados a la Corte y a la par con el crecimiento poblacional; pero esto es un factor que en nada influía en la titulación formal dada a muchísimas poblaciones indianas, que tenían un aspecto urbano, más relacionado con una aldea, cacerío o de pueblo, que a una urbe europea.
En el siglo XVI y XVII, el Régimen polisinodial castellano creó toda una articulación de rangos urbanos comprables, siendo evidentes fuentes de ingresos para la corona, aunque excepcionalmente estos recursos sirvieron para obras pías o infraestructura de obras públicas, en la península.
No se puede verificar con exactitud cuando Puerto Viejo dejó de ser una Villa para metamorfosísticamente transformarse en una Muy Leal y Muy Noble Ciudad, en la cual todos los documentos posteriores a 1570 lo aprueban y coordinan en un promedio cronológico.
Había dos Alcaldes Ordinarios, cuatro Regidores Perpetuos, dos Alcaldes de la Santa Hermandad, un Alguacil Mayor, un Fiel Ejecutor, un Alférez Real, un Procurador General que actuaba como Letrado del Cabildo en todas las áreas judiciales, un Escribano Público y Cabildo, un Mayordomo de Propios quién recaudaba las rentas del Cabildo, un Comisario de la Santa Cruzada.
Inicialmente llegaban primero a Guayaquil siendo recibidos en la Isla Puná y meses después por el golfo zarpaban hasta el puerto de Manta donde eran recibidos por una comitiva que los dirigía hasta la pequeña Ciudad colonial de Portoviejo.
Esta cédula hizo dependiente a la única institución que Portoviejo conservaba hasta la fecha autónoma, pero, con la vigencia del documento, Puerto Viejo pasó directamente a depender en todo los aspectos secundarios como comerciales, mercantiles, judiciales y en última instancia tributario de Guayaquil y ya no de la persona del Virrey.
Los Borbones interinamente restaron poder a los Virreyes y dieron mucha prioridad a los administradores de jerarquía media, asimismo entraron al servicio militares y burgueses, reemplazándose la nobleza que había gobernado en el tiempo de los Austrias, y cuyo recelo provocaría que estallase de a poco un resentimiento de desconfianza muy común entre las autoridades impuestas con las que por costumbre y tradición habían ostentado el poder, produciéndose allí la primera herida que de a poco quebrantaría el colonialismo español en Sudamérica.
Este fenómeno se siguió repitiendo hasta lacerarse cuasi por completo el erario que producía la ciudad de una manera notoria.
Ya en 1830, aunque el posicionamiento de la Ciudad de Portoviejo como nueva capital de Provincia de República independiente le daría su respectiva autonomía e importancia judicial y política, continuó habiendo privilegios económicos inequitativos, tributarios y aduaneros que seguían dirigidos desde Guayaquil, incluso en la distribución de recursos, contingente humano, distritos burocráticos y transferencia tecnológica, por la cual el camino desde Manta a Quito, por la vía de Chone continuó cerrado y olvidado, y fue el antiguo Camino Real, al que los Presidentes de la República, siguieron dando énfasis, tramo que a lo largo del siglo XIX hasta los cambios introducidos en el gobierno del General Eloy Alfaro, seguiría bloqueando el dinamismo del comercio naviero y terrestre manabita con el resto del país; y así continuaba restándosele la oportunidad de transar a los manabitas con los mercados extranjeros, y haciendo rico a mercaderes intermediadores burgueses guayaquileños que especulaban y jugaban con los precios de producción durante la compra y venta de muchas materias primas manabitas, que a su vez debían legalmente ser tramitadas y dirigidas desde el puerto de Guayaquil, lo que hacía que las cargas navieras debían hacer irracionales recorridos desde Manta o Bahía de Caráquez hasta Guayaquil para nuevamente ir a Panamá, el puerto de Buenaventura o Lima por ejemplo.
A lo largo del siglo XIX y parte del XX a muchos presidentes (salvo sus respectivas excepciones) regionalistas y dueños de grandes dádivas gubernamentales en la aduana de Guayaquil les convenía que el camino a Quito por Manabí no se abriera, por temor a que los puertos manabitas que tenían mayor profundidad y direccionamiento geográfico despuntaran de manera asombrosa.
Problema de ejercicio gubernamental muy presente hasta todo el siglo XIX ecuatoriano y latinoamericano.
Había problemas repetitivos graves originados del fondo colonial que lastraron a las sociedades latinoamericanas por un sendero de incertidumbres que empeoraron y no solucionaban problemas sociales, incluso en circunstancias peores al periodo de dominación hispánica.