[1] Uno de los principales problemas del estudio del teatro medieval español, y europeo en general, es que en la Edad Media la noción de teatro tal como la entendieron las civilizaciones griega y romana había desaparecido.
Por este motivo, algunos autores prefieren hablar de «teatralidad medieval» para referirse a ese conjunto de prácticas escénicas y representativas en el que progresivamente irá dibujándose el teatro tal como lo conocemos.
Además del Quem quaeritis?, otros dramas litúrgicos de la época son: Según Alan Deyermond, todos estos dramas litúrgicos en latín generales en Europa se hallan bien documentados en Cataluña, pero no nos ha llegado ninguna documentación de su desarrollo en Castilla.
El escaso desarrollo del drama litúrgico en latín en Castilla se debería a la influencia que en este reino ejercían los monjes cluniacenses, orden que, al parecer, no estaba interesada en el desarrollo del drama.
Una pieza que sí parece haber tenido una fortuna general en la península es el llamado Cantus sybillae o Iudicium signum, que se habría desgajado del primitivo Ordo prophetarum y habría desarrollado una vida propia, con textos tanto en latín como en lenguas vulgares.
También se dio en territorio castellano: las más famosas fueron las de Toledo, Córdoba y León.
Es, además, el único texto dramático conservado en castellano anterior al siglo XV.
[7] Se cree que fue compuesto a finales del siglo XII, por un autor de Toledo.
Hay opiniones discordantes entre la crítica acerca de cuál es la lengua que influye principalmente y, en consecuencia, sobre cuál sería el origen del autor o del escriba que copió el manuscrito conservado: Rafael Lapesa se inclinó por una procedencia gascona; José María Solà-Solé defendió una influencia básicamente mozárabe y Maxim Kerkhof, catalana.
[8] El texto conservado consta de 147 versos pareados que presentan a Gaspar, Melchor y Baltasar siguiendo la estrella que los conducirá hasta Belén y yendo a hablar con el rey Herodes.
A medida que a las representaciones se van añadiendo elementos más populares y se van haciendo más largas y con mayor riqueza de movimientos, van siendo desplazadas desde el altar a otras zonas del templo, hasta llegar en ocasiones al atrio y, posteriormente, al exterior de la iglesia.
En muchas ocasiones son representaciones promovidas por las autoridades civiles de los municipios, si bien su temática seguirá siendo religiosa.
Tanto en las representaciones urbanas como en las que se desarrollan en la iglesia, el espectáculo suele tener lugar en unos espacios escénicos comúnmente llamados mansiones, una especie de plataformas o catafalcos decorados con elementos escenográficos.
Solían celebrarse dentro de un marco festivo más amplio: tras los torneos y justas que tenían lugar durante el día, se organizaba un momo después de la cena en la sala del palacio.
Los elementos del momo eran la música, la danza, disfraces, atuendos extraordinarios, y usualmente se recitaba en ellos algún texto poético en forma dialogada.
Las referencias a los momos se hacen frecuentes hacia mediados del siglo XV.
Aunque no hay seguridad sobre su autoría, se atribuye habitualmente a Enrique de Villena.