Cuando comprendió que la capacidad política y militar de Rafael Carrera era muy superior a la del resto de líderes centroamericanos, se adhirió a su régimen y le fue leal durante todo su gobierno (1844-1865).
[a] Todavía es recordado por los guatemaltecos, quienes para indicar que algo es muy antiguo usan la expresión «eso es del tiempo de Tata Lapo».
En el peor momento posible se encontró Escobar con la presidencia: Tras la ocupación del Estado de Los Altos, Vicente Cruz avanzaba y el primero de diciembre, desde San José Pinula, dirigió una nota al Gobierno intimidándole a entregar la plaza, ofreciendo respetar vidas y haciendas, menos las de los Molina, los Arrivillaga, Vidaurre, Manuel Dardón, el expresidente Juan Antonio Martínez, los Zepeda y José Francisco Barrundia.
Esta medida tampoco solucionó nada; entonces Escobar presentó formalmente su renuncia a la presidencia el 30 de diciembre de 1848, y la Asamblea eligió a Manuel Tejada, quién durmió una noche electo presidente, pero renunció al día siguiente.
Ésta era la oportunidad que estaba esperando Cruz para derrocar a los conservadores, y nuevamente se alzó en armas.
En 1865, el comandante «Tata Lapo», como lo llamaban entonces, formó en Palencia un batallón armado de machetes, con el que combatió hasta 1870.
Esta batalla fue tan dura que el mariscal Serapio Cruz había perdido para el mediodía la mitad de su ejército.
[7] Al llegar frente a la iglesia de Candelaria, el portador extrajo la cabeza del vencido para exhibirla a la multitud: por abajo con una mano ensangrentada agarrando el cuello y con la otra encima, sosteniéndolo de los pocos cabellos que quedaban.
[8] Finalmente, la cabeza fue depositada en la capilla del antiguo cementerio; tenía entreabiertos los ojos, y una sonrisa amarga se delineaba en sus labios.
[8] Su hijo, Felipe Cruz, se unió entonces con las fuerzas de Barrios, quien entonces estaba luchando en Chiapas, para vengar su muerte.