Cuando estos se rindieron y volvían a su país, intentaron combatir contra otras provincias, como Frisia, pero perdieron dramáticamente a causa de la muerte de su general por una granada.
Groenlo permanecería bajo control holandés hasta el final de la guerra.
Este sería el motivo por el cual los Estados Generales decidieron atacar la ciudad, en lugar de concentrarse sólo en las batallas navales, en las que la flota holandesa superaba a la española.
En los combates que se sucedieron, la artillería holandesa provocó numerosos daños entre las personas y los edificios; los destrozos ocasionados en las defensas de la ciudad eran reparados continuamente por los sitiados.
Entretanto, Van den Bergh llegó con su ejército a las cercanías de la ciudad, al que había añadido 1800 mercenarios alemanes, superando en número a las fuerzas de su primo Federico Enrique.
Tras un plan para cortar las líneas de suministro neerlandesas, que fracasó por las desavenencias entre los tercios españoles e italianos, Van den Bergh decidió atacar la línea de circunvalación y penetrar en la ciudad.
Tres días después, ambas partes firmaron un tratado mediante el cual la ciudad quedaba en poder de las Provincias Unidas.