Señor de los Milagros de Buga

La más difundida narra que una indígena estaba lavando la ropa en el río Guadalajara para poder comprar una nueva imagen de Jesucristo, producto del dinero obtenido con su trabajo.Era un crucifijo que llevó a su casa y puso en medio de las aguas en un altar.Ella aseguró que la imagen, arrojada al fuego, no se quemó, antes bien sudaba y la gente empapaba algodones en el sudor.Algunas personas aseguraron que ese algodón impregnado logró sanar sus males, y de inmediato el Cristo fue bajado del fuego.Acrecienta nuestra fe en tu presencia, que se manifiesta de diversos modos, ya te adoremos en la Eucaristía, ya te consideremos en tu Evangelio, o cuando nos postremos ante tu cruz, o te veamos en nuestros hermanos, especialmente en los que sufren y en los que luchan por el logro de sus aspiraciones hacia una vida más digna del hombre.Al verte clavado en la cruz, Señor de los Milagros, reconozco el misterio del infinito amor con que derramaste tu sangre por mí, para devolverme la vida y salvarme.Quiero unirme a tu cruz, aceptando con amor los sufrimientos que trae la vida y ofrecerlos por la salvación del mundo.Amén Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a visitarte para alabarte, bendecirte, y darte gracias por tantos favores que me has concedido.Oh María, Madre del Perpetuo Socorro, presenta esta consagración a tu divino Hijo.