Casi recién nacido, a su padre, el poeta estridentista Salvador Gallardo Dávalos le ofrecen un puesto como médico en la Secretaría de Educación y un programa radiofónico con Agustín Yáñez, por lo que la familia Gallardo debe trasladarse a la Ciudad de México.
En aquella época, y siendo hijo de un gran poeta, comenzó a sentir interés por la literatura, de la cual estaba envuelto por el mismo ambiente en el que vivía; así, dice Salvador Gallardo “el hijo”, alías con el que se le conocería para distinguirlo de su padre, que: “Había empezado a escribir algunas cosillas desde los 12 años, poemitas la mayoría muy malos; cuando era boy scout escribí algunos, como una especie de oración del boy scout, y más tarde, cuando yo tenía 16 años, mi padre fundó la ACA (Asociación Cultural Aguascalentense) y me invitó a formar parte de ella, desde la primera sesión yo estuve allí”.
[1] Gallardo, no sólo hereda el nombre de su padre, sino un gran talento y sensibilidad para la poesía.
Igualmente, comienza su interés por trabajar para la promoción cultural y literaria de su querido estado hidrocálido.
Escritos por un joven de 17 años, muestran una claridad constructiva muy lograda, así como una consistencia poética que sólo se ve puesta en entredicho en algunos pasajes.
En aquella época el Colegio de la UNAM se encontraba en pleno centro, así que acudía con regularidad al Colegio Nacional y otros centros de cultura para escuchar las conferencias que se impartían, por ello, tuvo la oportunidad de conocer a Alfonso Reyes, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Dr. Atl, Frida Kahlo y Alfonso Caso, entre otros.
Al mismo tiempo que estudiaba, hacía viajes constantes a Aguascalientes, manteniendo la comunicación literaria e, incluso, fomentando más las actividades en el estado.
En este grupo también participaban otros escritores de gran valía como Desiderio Macías Silva, Guillermo García Varela y Rolando Mora, igualmente, llegaron a publicar a Efraín Huerta y Juan Bautista Villaseca.
Es importante mencionar la postura que mantuvo Paralelo, pues ello demuestra los intereses sociales y políticos de Gallardo.
Aunque dio clases en diferentes asignaturas, dice el Maestro que siempre le gusto más enseñar literatura.
Hoy aún es de tal manera: en muchos jóvenes se ha echado a volar una rara ave.
Este libro fue posible a la organización y selección de su hijo, el también poeta Salvador Gallardo Cabrera.
El libro es un árbol que busca su semilla y, por lo tanto, su unidad es más bien íntima.