El escritor José María Rosa[1] comenta que El 17 de febrero de 1869, mientras Francisco Solano López se debate en las últimas como un jaguar que se niega a la derrota, Rosas escribe a José María Roxas y Patrón, designado albacea en su testamento: Una vez enterado de la muerte del mariscal paraguayo, Rosas decidió legar el sable a su amigo Juan Nepomuceno Terrero, y tras su muerte a su esposa y luego a sus hijos e hija por orden de edad.La espada pasa así a posesión de Máximo Terrero y Manuelita Rosas tras la muerte de Rosas, ya que Juan Terrero ya había muerto anteriormente.El sable permaneció allí (Museo Histórico Nacional) hasta el 12 de agosto de 1963, día en que fue robado por Osvaldo Agosto -quien ideó el plan y estuvo a cargo de su parte operativa-, Manuel Gallardo, Aristides Bonaldi y Luis Sansoulet, todos integrantes de la Juventud Peronista, que en esa época estaba comandada por el triunvirato conformado por Envar el Kadri, Jorge Rulli y Héctor Spina.Osvaldo Agosto —publicista y ex Secretario de prensa del asesinado extitular de la CGT, José Ignacio Rucci— señaló que el robo “fue algo simbólico; el peronismo venía de varias derrotas, estábamos proscriptos, había ganado el radicalismo con Arturo Illia y teníamos que hacer algo para levantar el ánimo de los muchachos” Indicó que el objetivo del robo fue poner en ridículo al régimen y a las Fuerzas Armadas apropiándose del arma más conocida de San Martín, que había legado a Juan Manuel de Rosas por su exitosa defensa contra Gran Bretaña y Francia, para luego entregársela a Juan Domingo Perón, quien seguía exiliado en Madrid.En 1966, el Estado argentino le ordenó a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNA) que realizara un estudio metalográfico para determinar su composición y origen.
Juan Manuel de Rosas, heredero del sable del general San Martín.