Romanorum Pontificum (1922)

En cumplimiento de ese mandato, continúa la encíclica, en la época en que progresaban la expediciones a nuevas tierras Gregorio XV instituyó la sagrada Congregación para la Propagación de la Fe, a ella quedó encomendado el envío de misioneros a las tierras que necesitaban ser evangelizadas; desde Roma además se proporcionaron medios materiales a las misiones, y se procuró que los príncipes cristianos, entendiendo los beneficios que esto le proporcionaba sus reinos, ayudasen también a las misiones.

El papa muestra como esta situación ha cambiado, ni la Sede Apóstolica tiene capacidad de prestar la ayuda necesaria, ni los gobiernos de las naciones continúan prestando ese auxilio.

Sin embargo, Pío XI, explica cómo ha seguido impulsando aquellas orientaciones de Benedicto XV, y se comprueba como, principalmente las familias religiosas, han conseguido las ayudas necesarias para las misiones que tienen encomendadas; por otra parte el pueblo fiel ha proporcionado con generosidad, en algunas naciones con abundancia, ayuda para las misiones.

El motu proprio incluye como anexo los estatutos que regirán esta Oba.

Es gobernada por el Consejo Superior, cuyo secretario es nombrado por el sumo pontífice.