Muchas frases acuñadas por él son hoy utilizadas diariamente, dentro y fuera de la sociología.
Como declara en su autobiografía, acudió a la escuela elemental de Filadelfia pero su pasatiempo favorito era leer en la biblioteca Andrew Carnegie, con lo que consiguió una sólida y enciclopédica formación autodidacta y logró separarse de las bandas callejeras.
Además su figura le impresionaba por el papel que jugó en la revolución rusa: Sorokin fue encarcelado tres veces por los zaristas y otras tres por los bolcheviques, fue secretario de Kerensky y sufrió una condena a muerte que Lenin conmutó por exilio.
Sus primeros artículos académicos aparecieron en 1934: «Recent French Sociology» y «Durkheim’s Division of Labor in Society».
Pero quien más influyó en sus formas sociológicas de pensar no fue tanto el ya reconocido Sorokin, sino un joven profesor todavía desconocido, Talcott Parsons, que cinco años después, publicaría su libro decisivo La estructura de la acción social (1937).
Desde Nueva Orleans marchó a la Universidad de Columbia en Nueva York, donde desarrolló el resto de su carrera académica e investigadora y en la que se jubiló en 1979, aunque fue un activo profesor emérito hasta su mismo fallecimiento.
Desde su jubilación, compatibilizó su trabajo en Columbia con su actividad en la Universidad Rockefeller y en la Fundación Russell Sage.
Con su primera esposa, Suzanne M. Carhart, una trabajadora social a la que conoció en 1934 cuando ella estudiaba en el Temple College y él acababa de ser nombrado profesor en Harvard, se instaló en Hastings-on Hudson, un pequeño pueblo cercano a Nueva York, y allí tuvieron a sus tres hijos, Stephanie, Robert y Vanessa.
En 1968 el matrimonio se separó y Merton pasó a compartir su vida con Harriet Zuckerman, una joven que despuntaba por sus excelentes trabajos en la sociología de la ciencia.
[1][2][3][4][5][6][7] En Columbia Merton también fue maestro de sociólogos tan destacados como Daniel Bell, Lewis Coser, Franco Ferrarotti, Philip Selznick, Peter Blau, Rose Coser, Seymour Martin Lipset, Alvin Gouldner, Arthur Stinchcombe y Juan Linz, entre otros.
Las funciones manifiestas son las consecuencias objetivas queridas y observadas por los miembros de una sociedad o sistema social.
Son aquellas funciones o efectos que se producen en la sociedad y que son en primer lugar positivas, en segundo lugar dichos fines son explicitados por los editores de las normas, y en tercer lugar reconocidos dichos fines por los editores de las normas (se reconoce que la norma es útil para dicho fin).
Aparte de los conceptos básicos que enseñan (función manifiesta), el alumno aprende a comportarse.
[10] Una indagación muy curiosa e interesante, que muestra la viveza y erudición del autor, fue rastrear desde la Edad Media hasta los tiempos de Newton la famosa frase "A hombros de gigantes",[11] que late en el Debate de los antiguos y los modernos, que fue muy importante para la introducción y defensa del pensamiento científico moderno.
Cuando se refiere a la anomia, Merton señala que esta teoría intenta determinar cómo la estructura social y cultural genera una presión que desvía la conducta de individuos situados en diferentes posiciones de la estructura social.
Es decir, cuando los grupos sociales aceptan que para conseguir sus metas no importa ir más allá de las reglas.
Merton desarrolla tres características que presentan las sociedades anómicas y luego las aplica a la sociedad norteamericana.
[cita requerida] Esto nos conduce a la tercera característica, que es la desigualdad de oportunidades.
Sostiene, en efecto, que quienes estén en condiciones económicas y sociales más favorables podrán alcanzar lícitamente las metas con mayor facilidad.
Sin embargo, esas personas conservan los mismos objetivos y, para cumplirlos, echan mano a medios más eficaces pero ilícitos (delincuencia).
[cita requerida] Al analizar este fenómeno, Merton sintetiza los diferentes comportamientos que pueden adoptar las personas frente a la presión anómica.
[cita requerida] La innovación sucede cuando se hace uso de los medios ilícitos, aunque técnicamente eficaces, para alcanzar los fines propuestos.
[cita requerida] En la rebelión el sujeto pone en cuestión los valores que sustentan a la estructura social.
Es decir, existe un conflicto con las normas vigentes y un deseo de sustituirlas porque son, según las personas en rebelión, inaceptables.