Italia peninsular, inició una larguísima serie de guerras que la llevaron a dominar el mundo mediterráneo.
La ciudad de Cartago, situada en la costa del Túnez actual, había creado un imperio marítimo que dominaba todo el Mediterráneo occidental, con colonias en Hispania, Baleares, y sobre todo Sicilia, de donde llegó a expulsar a los griegos.
Su población fue exterminada o esclavizada, y su territorio pasó a convertirse en la provincia romana de África.
Al mismo tiempo, el gusto por el lujo se introdujo en las costumbres a pesar de las leyes suntuarias.
Al final del siglo III a. C. Roma se había establecido como una gran potencia de la península itálica, pero todavía no había entrado en conflicto con las potencias militares dominantes del Mediterráneo de la época: Cartago y los reinos griegos.
[11] Además, Roma firmó un tratado de apoyo mutuo con Cartago, y Pirro descubrió que, contrariamente a sus expectativas, ninguno de los otros pueblos itálicos se uniría a la causa griega y samnita.
Esta había demostrado ser capaz de hacer frente a las potencias militares dominantes del Mediterráneo, y demostró con mayor seguridad que los reinos griegos eran incapaces de defender sus colonias en Italia y en otras partes del extranjero.
Roma ocupó rápidamente el sur de Italia, subyugando y dividiendo a Magna Grecia.
[14] Dominando efectivamente la península itálica,[15] y con una demostrada reputación militar internacional,[16] Roma empezó a mirar hacia afuera para expandirse más allá del suelo italiano.
Como los Alpes formaban una barrera natural al norte, y Roma no tenía interés en enfrentarse de nuevo a los fieros galos en batalla, la mirada de la ciudad se volvió hacia Sicilia y las islas del Mediterráneo, una política que los llevaría al conflicto directo con su anterior aliado, Cartago.
En solo cuatro años, un estado sin ninguna experiencia naval había conseguido superar en batalla a una potencia marítima importante.
[28] Sin embargo, los términos de la paz que proponía Roma eran tan duros que las negociaciones fracasaron[28] y, en respuesta, los cartagineses contrataron a Jantipo, un mercenario de la marcial polis (ciudad griega) Esparta, para reorganizar y liderar su ejército.
[37] Luego Aníbal formó un ejército en Hispania y cruzó famosamente los Alpes italianos para invadir Italia.
[47] Tras Cannas, buena parte del sur de la península itálica se alió con Aníbal y Roma debió hacer frente a una guerra territorial por el dominio de Apulia, Samnio, Campania, Lucania, Brucio y el Salentino.
En las tres batallas de Nola, el general romano Marco Claudio Marcelo consiguió hacer retroceder a Aníbal.
[38] En la famosa batalla de Zama, Escipión venció contundentemente[49] —destruyendo el ejército que Aníbal pudo alistar para la ocasión, poniendo fin a la segunda guerra púnica.
[55] Tras la primera guerra púnica, los romanos volcaron su actividad militar en intentar erradicar la piratería que asolaba el mar Adriático.
El conflicto de Roma con los cartagineses en las guerras púnicas les llevó a expandirse por la península ibérica, las actuales España y Portugal.
[61] En 144 a. C., el general Quinto Fabio Máximo Emiliano hizo una exitosa campaña contra los lusitanos, pero fracasó en sus intentos de arrestar a Viriato.
[64] En 136 y 135 a. C. se hicieron otros intentos para obtener un control completo sobre la región de Numancia, pero fracasaron.
[67] Queriendo evitar que Filipo ayudara a Cartago en Italia o cualquier otro lugar, Roma buscó aliados en Grecia para hacer una guerra por delegación contra Macedonia en su lugar, encontrándolos en la Liga Etolia de ciudades-estado griegas en el Egeo en la actual Turquía,[68] los ilirios al norte de Macedonia y las ciudades-estado de Pérgamo[69] y Rodas,[69] que hoy en día se encuentran en el Egeo en la actual Turquía.
[70] En la primera guerra macedónica, Roma solo se implicó directamente en algunas operaciones terrestres, y cuando los etolios pidieron la paz con Filipo, la pequeña fuerza expedicionaria romana, sin más aliados en Grecia, pero habiendo conseguido su objetivo de mantener ocupado a Filipo y evitar que ayudara a Aníbal, estaba lista para firmar la paz.
[71] En 200 a. C., Macedonia empezó a ocupar territorio reclamado por varias ciudades estado griegas, y estas solicitaron ayuda de su nuevo aliado, Roma.
Tras unas lejanas campañas en Bactria, India, Persia y Judea, Antíoco se trasladó a Asia Menor y Tracia[82] para proteger varios pueblos costero, un movimiento que le llevó a entrar en conflicto con los intereses romanos.
Sin embargo, como con casi todos estos atrevimientos de la época, Roma respondió simplemente enviando otro ejército.
El segundo ejército consular venció debidamente a los macedonios en la batalla de Pidna en 168 a. C.[87][85] y los macedonios, sin las reservas de que disponían los romanos y con el rey Perseo capturado,[88] capitularon, dando fin a la tercera guerra macedónica.