Otros magníficos relojes son los del Torrazzo de Cremona (que con sus 8 metros de diámetro es el cuadrante más grande del mundo), Beauvais, Besançon, Estrasburgo, Berna, Venecia, Wells, Munster, Lyon, Lier,[2] Rostock, Stralsund, Hampton Court (Londres), Exeter, Olomouc, Gdansk, Lund, Brescia, Mantua[3] y Mesina, cuyo mecanismo de 48 metros de altura lo convierte en el reloj astronómico más grande del mundo.
Al respecto, el escritor medieval Lynn White Jr escribió:“La mayoría de los primeros relojes no eran precisamente cronómetros sino exhibiciones del patrón del cosmos… Claramente los orígenes del reloj mecánico se encuentran en un complejo reino de astrolabios monumentales, planetarios, ecuatorianos y orientados.
[10] Ambos relojes y otros similares probablemente eran menos precisos de lo que sus diseñadores hubieran deseado.
Los relojes astronómicos se construyeron como piezas de demostración o exhibición, tanto para impresionar como para educar e informar.
Esto nos permite ahorrar energía en el alumbrado público y en el encendido de escaparates.