Por lo general el alumbrado público es un servicio municipal que se encarga de su instalación y mantenimiento, aunque en carreteras o infraestructuras viales importantes corresponde esta tarea al gobierno central o regional.
En 1667, el teniente de policía Le Reynie reformó y fijó el alumbrado público.
Uno de sus sucesores, Sartines, introdujo el empleo de reflectores o reverberos y en 1818 fue adoptado el gas, extendiéndose en general después a todas las ciudades importantes del mundo.
Las primeras farolas de gas requerían que un farolero recorriese las calles al atardecer para ir encendiéndolas manualmente, pero años después se empezaron a emplear dispositivos de encendido automático que prendían la llama al activarse el paso de gas.
Timișoara, en Rumania, fue la primera ciudad de la Europa continental en contar con alumbrado público por electricidad.
El mismo año en la ciudad de San José, Costa Rica empezó la electrificación nacional convirtiéndose en la tercera ciudad en el mundo y la primera en América Latina en tener electrificación general.
A principios del siglo XX, en 1905,la lámpara fluorescente se usó brevemente después de la lámpara incandescente en alumbrado público, principalmente debido a que no es una fuente puntual de luz, aun cuando son más eficientes que las lámparas incandescentes.
[4][5][6][7][8] Si bien, este alumbrado no fue público, sino que fue costeado por el Marqués de Comillas.
[11] En Turín, Italia, el ingeniero Guido Chiarelli se distinguió como pionero del alumbrado público por sus numerosos proyectos innovadores de los años cincuenta y sesenta.
Los encendidos se efectúan localmente mediante célula fotoeléctrica, programación por reloj astronómico o remotamente por sistemas de telecontrol basados en líneas RTB, radiofrecuencia o GSM.