Algunas de estas doctrinas son la escuela theravāda, vaibhāṣika, sautrantika, tattvasiddhi (jōjitsu-ron, en japonés), madhyamaka, yogachara, tiantai o huayan.
Además, algunas tradiciones sin doctrina así como algunos maestros individuales tienen su propia idea sobre la realidad.
[1] En este contexto, el término visiones denota no únicamente percepción visual, sino apariencias percibidas a través de todos los sentidos: sonidos, olores, gustos y sensaciones táctiles.
Si bien no hay una fuerza primordial que establezca el universo en movimiento, no hay «argumento cosmológico o primera causa», las enseñanzas budistas sigue estudiando la naturaleza del mundo y nuestro lugar en él.
Algunas interpretaciones del budismo enseñan que la realidad es una moneda con dos caras: la impermanencia, transitoriedad o anicca y la «no característica propia» o anātman, que se refiere al 'vacío' en algunas escuelas mahāyāna.
Se ilustra la naturaleza cambiante de nuestros sentimientos, percepciones y la conciencia.
Todos estos factores, según el Sutra del Diamante, coexisten entre ellos para manifestar lo que llamamos una 'flor'.
En otras palabras, no hay una esencia surgida de la nada que sea única y personal a cualquier ser.
La realidad última o absoluta, en algunas escuelas de pensamiento budista, demuestran que estamos interconectados con todas las cosas.
Se afirma que, tras un examen cuidadoso, el sueño de la vida y regulares sueños nocturnos no son muy diferentes, y que en su naturaleza esencial no hay diferencia entre ellos.
La diferencia no esencial entre el estado de sueño y la experiencia de vigilia ordinaria es que esta última es más concreta y vinculada a los sentidos; la experiencia del sueño al dormir es un poco distante.
También de acuerdo con esta doctrina, hay una correspondencia entre los estados del sueño y nuestras experiencias cuando al morir.
Así, el yogui puede tener una experiencia muy fuerte y obteniendo la comprensión del sueño como la naturaleza de la vida cotidiana.
Esto también es muy importante para disminuir los deseos, ya que se basan en la firme creencia de que las percepciones de la vida, tales como los objetos son reales y como consecuencia: importantes.