Raymond Aron

[1]​ Su familia paterna procedía de Lorena, donde estaba establecida desde finales del siglo XVIII.[2]​ Su abuelo paterno, Isidore (conocido como Ferdinand) Aron, era mayorista textil en Rambervillers, luego Nancy (Lorena).Esta fortuna familiar desaparecida había permitido a los tres hijos de Aron llevar una vida cómoda y recibir una buena educación.[7]​ Después de Raymond vino un tercer hijo, Robert Aron, que se licenció en Derecho y Filosofía, publicó un estudio sobre Descartes y Pasca[8]​ y, tras su servicio militar, entró en la administración del Banco de París y de los Países Bajos (que en 1982 se convirtió en Paribas, que luego fue comprada en 2000 por BNP para formar BNP Paribas), según algunos agradecimientos a Raymond, que jugaba regularmente al tenis con su director.Comienza su carrera como comentarista e influyente columnista en 1947 en Le Figaro y tras treinta años en L'Express.En 1978 fundó Commentaire, una revista trimestral de ideas y debate, junto con Jean-Claude Casanova, quien fue el director.Es contingente porque depende de la iniciativa individual y puede echarse a perder; es parcial porque los ideales nunca se pueden conseguir todos al mismo tiempo sino sólo un vacilante paso tras otro; e imperfecto porque el recalcitrante carácter de la realidad —incluyendo la turbulenta realidad de la naturaleza humana— garantiza los errores, las frustraciones, las imperfecciones y la simple perversidad.Frente a este último proponía como mecanismo de defensa el escepticismo, pero con cuidado de no caer en la indiferencia para no llegar finalmente al nihilismo que consideraba profundamente negativo.Aron reivindica las leyes propias del conocimiento en oposición a las actitudes deterministas y dogmáticas.Desde esta perspectiva, considera que dada la enorme complejidad de los fenómenos políticos, estos deben ser analizados sin caer en actitudes reduccionistas, visiones binarias o falsos moralismos.El primero siempre a la vanguardia de los acontecimientos, "progresista" e insertado en la "lucha revolucionaria".Del clima intelectual envenenado de la Francia de la posguerra es un ejemplo el aforismo del escritor y periodista Jean Daniel, que decía: "Mejor estar equivocado con Sartre que en lo cierto con Aron.