En 1854, elecciones a Cortes constituyentes, lo fue por la circunscripción de Barcelona.
Al ser sofocados los tumultos fue deportado junto con otros liberales exaltados y republicanos, primero a las Canarias, tras el nombramiento de Francisco Espoz y Mina como nuevo capitán general de Cataluña y el ascenso al Gobierno de Juan Álvarez Mendizábal, y posteriormente a Cuba, tras el nombramiento del barón de Meer como capitán general de Cataluña.
Al frente de la Junta, alzada el 2 de septiembre «al grito salvador de Constitución, Isabel II, Independencia nacional y Junta Central»,[8] firmó el 5 de septiembre el manifiesto que llamaba a las armas a la nación,[9] y el 21 el decreto que declaraba «traidor a su patria» al brigadier Prim y lo privaba de todos sus grados y honores.
[3] En 1869 publicó en Barcelona junto a Juan Pons Subirá y Cristóbal Noves el libro: Solución única de todos los problemas políticos, filosóficos y religiosos y base única para la sólida organización de la Sociedad, en el que, acogiéndose al pensamiento de Pierre Leroux, a quien tenían por «el primer filósofo de este siglo», denunciaban «la absoluta falta de verdaderas creencias religiosas, junto con la indiferencia, la tibieza y la falsedad de ellas» como la causa principal junto con el egoísmo y el materialismo de los males que afligen a las naciones, a las que solo el amor puede curar: «fuera del Amor –escribían– no hay salvación posible».
[14] Para Degollada y sus colegas no eran las Cortes las que debían elegir al monarca sino el pueblo español, pues nada más satisfactorio «para el hombre popular y salido del pueblo» que era Espartero que verse elevado al poder supremo por cientos de miles de españoles y no por unos pocos centenares de diputados,[15] y en tal sentido dirigieron una petición formal al Congreso el 30 de octubre de 1869, cuando se iniciaban los debates para elegir al jefe del Estado.