Primer arbitraje de Viena

El territorio permaneció en manos de Hungría durante toda la guerra pero el arbitraje y sus disposiciones fueron abrogados al final de la Segunda Guerra Mundial; la zona eslovaca volvió a Checoslovaquia y Rutenia se incorporó a la URSS.

[1]​ A diferencia de otras regiones del país, la inclusión de Eslovaquia en la nueva república surgida tras la Primera Guerra Mundial se debió a razones estratégicas, no históricas o culturales.

[4]​ En comparación con la situación anterior a la guerra mundial, no obstante, la percepción húngara sobre la situación educativa era de empeoramiento: el número de escuelas se había reducido en dos tercios, la universidad en húngaro había desaparecido y los títulos obtenidos en universidades húngaras no eran reconocidos en Checoslovaquia.

[6]​ La elite magiar del periodo austrohúngaro (terratenientes, clero, abogados, funcionarios, maestros y parte de la población judía) se oponía al nuevo Estado y controlaba a menudo la dirección de los partidos magiares en Checoslovaquia.

[7]​ La autonomía teórica no se tradujo en poder real para las Cortes rutenas —que nunca llegaron a reunirse— o para el gobernador del territorio, con nulo poder frente al vicegobernador nombrado por el Gobierno central de Praga.

[10]​ Hungría había perdido considerables territorios tras la Primera Guerra Mundial en el Tratado de Trianon.

[11]​ Entre los territorios perdidos se contaban los eslovacos y Rutenia, cedidos a Checoslovaquia.

[11]​ Entre los dirigentes húngaros surgieron dos corrientes para lograr el mismo fin revisionista: aquella favorable a una alianza con Alemania que permitiese utilizar su poderío para lograr la revisión de Trianon y la partidaria de una política exterior más independiente, que abogaba por crear una «tercera Europa», alianza entre Italia, Hungría y Polonia que forzase a los checoslovacos a realizar concesiones, pero sirviese al mismo tiempo de contrapeso a Alemania.

[13]​ En sus conversaciones con la Pequeña Entente, logró que esta aceptase firmar tratados sobre el respeto a las minorías, renunciase a la fuerza para resolver las disputas entre ambas partes y reconociese el derecho de Hungría a rearmarse, concesiones que se plasmaron en el acuerdo de Bled —que Checoslovaquia no rubricó— del 23 de agosto.

[15]​ Por otro lado, el Gobierno húngaro continuó con sus intentos de coordinar sus exigencias con las polacas; el Gobierno de Varsovia sugirió que Budapest exigiese un plebiscito en todos los territorios que habían formado parte del reino durante el periodo austrohúngaro, no únicamente la cesión de los territorios con mayoría magiar, que no bastarían para lograr la ansiada frontera común magiaro-polaca.

[16]​ Un anexo del acuerdo estipulaba que los problemas de las minorías polaca y húngara debían resolverse entre los tres países afectados[18]​[19]​ en tres meses o volvería a reunirse una conferencia de las cuatro potencias (Alemania, Italia, Francia y el Reino Unido que habían rubricado el pacto de Múnich.

[17]​[20]​[16]​[21]​[22]​[23]​ Además, la garantía territorial a Checoslovaquia de los firmantes del acuerdo solo entraría en vigor una vez que estas disputas quedasen zanjadas.

[18]​[25]​ Las autoridades alemanas no consideraban definitivo el acuerdo territorial alcanzado en septiembre en Múnich y a comienzos de octubre ya sopesaban las posibles alternativas políticas para Eslovaquia y Rutenia.

[19]​ Para evitar un posible enfrentamiento inoportuno entre la Hungría de Miklós Horthy —muy preocupada por perder la oportunidad de recuperar territorios perdidos tras la guerra mundial como había sucedido en Múnich— y la Segunda República Checoslovaca presidida por Emil Hácha, Hitler les aconsejó que llegaran a un acuerdo fronterizo basado en criterios étnicos.

[27]​[25]​ Los húngaros habían exigido el 3 de octubre que las negociaciones comenzasen el 6 en la ciudad fronteriza de Komárno; el 5, comenzaron a infiltrar unidades irregulares en territorio checoslovaco para desestabilizar la zona.

[19]​ Tanto Yugoslavia como Rumanía, aliadas de Checoslovaquia y contrarias a la expansión húngara, advirtieron que rechazarían la cesión a Hungría de territorios con población no magiar.

[32]​ La crisis del país hizo que el Gobierno de Praga cediese a las pretensiones de los populares eslovacos y nombrase a su presidente, monseñor Jozef Tiso, primer ministro del nuevo Gobierno regional.

[39]​[40]​ El Gobierno húngaro se mostró desesperado por obtener ganancias territoriales que poder mostrar a la opinión pública como fruto de la crisis checoslovaca; estaba especialmente interesado en obtener Rutenia[28]​ para tener una frontera común con Polonia.

[28]​ Para lograr este objetivo el Gobierno de Béla Imrédy se mostró dispuesto a fomentar una revuelta mediante el apoyo de elementos separatistas rutenos y la infiltración[17]​[38]​[28]​[21]​ desde Hungría.

[38]​[44]​[45]​[43]​ Contaba ya con el respaldo diplomático, aunque no militar, de Polonia.

[47]​ Al día siguiente, los checoslovacos mostraban su disposición a aceptar el arbitraje[38]​ de Italia y Alemania.

[66]​ Los responsables políticos rutenos, no obstante, se mostraron dispuestos a mantener la región en Checoslovaquia, que ya era para entonces una república federal.

[63]​ Estos se veían estorbados, sin embargo, por el peligro de desprestigiar al Eje al intentar modificar un acuerdo que este había realizado y por la aceptación húngara de las fronteras del acuerdo como definitivas.

[52]​[67]​ La estrategia húngara fue similar a la empleada por Hitler contra Checoslovaquia: fomentar la inestabilidad, tachar de inviable la región como autónoma o independiente y finalmente enviar tropas para «restablecer el orden».

[77]​ Unos cuatrocientos mil miembros de la minoría permanecieron en el sur del país.

[77]​ La situación de la minoría mejoró con la toma del poder por los comunistas en 1948, pero solo en 1956 se le otorgó protección como tal.

Pérdidas territoriales húngaras según el Tratado de Trianon de 1920. El objetivo principal de la política húngara del periodo de entreguerras fue la recuperación de las fronteras anteriores al tratado.
Los firmantes del Acuerdo de Múnich : Neville Chamberlain , Edouard Daladier , Adolfo Hitler y Benito Mussolini . El acuerdo no resolvió las tensiones de las minorías no alemanas en Checoslovaquia pero, por insistencia de Mussolini, se incluyeron cláusulas sobre ellas en los anexos que condujeron a conversaciones bilaterales, finalmente fracasadas, entre Praga y Budapest.
Firmantes del arbitraje. De izquierda a derecha: František Chvalkovský ( Checoslovaquia ), Galeazzo Ciano (Italia), Joachim von Ribbentrop (Alemania) y Kálmán Kánya ( Hungría ).
Territorios entregado por Checoslovaquia a Hungría en virtud del primer arbitraje de Viena de noviembre de 1938.
Entrada de tropas húngaras en Lučenec, una de las localidades eslovacas otorgadas por el arbitraje.