Piedad (Carrión de los Condes)

Cristo muestra la cabeza levemente inclinada y cubre su zona íntima tan solo con un extremo del paño de pureza, con la pierna posicionada un poco más adelante que la izquierda en recuerdo de la postura que tenía en la cruz, estando el brazo izquierdo desplegado y en reposo encima el costado mientras que la mano, a imagen de los Cristos yacentes de Fernández, aparece cerrada.

Su vestimenta se compone de una túnica bermellón con doble botonadura en los puños y ajustada con un delgado cíngulo a la cintura dejando el zapato derecho a la vista; un manto azul oscuro que cubre parcialmente la cabeza y posee caída recta la cual se rompe abruptamente con un marcado cúmulo de pliegues en los brazos; y dos tocas, una en tono marfil con una diminuta doblez en la frente (rasgo inconfundible de Fernández) y otra de color gris enmarcando el rostro.

Todos los ropajes forman numerosos drapeados quebrados y con caída vertical (rasgo propio del arte flamenco del siglo xv)[2]​ que dotan a la imagen de un enorme valor a nivel plástico, destacando una notable preferencia por los colores planos al fin de obtener un grado de naturalismo superior al estofado.

Sobresalen en la Virgen su delicada actitud y su expresión facial, resaltando en ella la oblicuidad de las cejas, el gran tamaño de los ojos (realizados en cristal) que con su mirada hacia lo alto aumentan el dramatismo de la escena, y una boca diminuta y entreabierta en la que se puede apreciar la dentadura.

Esta pieza, exhibida en la muestra Memorias y esplendores, VII edición de Las Edades del Hombre celebrada en Palencia en 1999, es considerada por Jesús Urrea como el modelo en que se basa el Cristo de la Luz de Valladolid.