Estas divinas virtudes hicieron que la fama de Sor Luisa se extendiera por toda España e incluso en el extranjero, lo cual fue motivo beneficioso para el convento ya que aumentó en número de benefactores.
Cabe destacar, que antes que el rey, el duque de Lerma ya consultó a Sor Luisa en referencia a la expulsión de los moriscos del reino, en 1609.
En su etapa como abadesa Sor Luisa impuso la igualdad entre las monjas independientemente de la alcurnia.
Ese manuscrito es de un gran valor documental puesto que es uno de los pocos manuscritos musicales dedicados a un convento, ya que la inmensa mayoría del repertorio religioso se dirigía a los centros catedralicios.
No obstante, su abuelo fue el destacado organista Antonio de Cabezón, y su estancia hasta los 16 años en Madrid, con sus padres trabajando dentro del ambiente de la casa real, podrían haber propiciado estos conocimientos musicales avanzados.
Su hermano describe cómo Sor Luisa interpretaba de memoria la música, mezclada en muchos casos con partes inventadas por ella.
Era habitual esta práctica de basarse en un repertorio memorizado al que se le añaden cambios improvisados.