Los dueños del campamento (Jerry Stiller y Anne Meara) se encuentran en la bancarrota y venden el que fuera su "hogar" a Tony Perkis (Ben Stiller), quien anuncia sus planes de convertir el campamento en un lugar de rigurosos ejercicios para que los chicos pierdan peso de manera rauda y grabar un anuncio infocomercial en la tele, pero sus métodos deportivos para motivarlos rozan lo psicótico.
Los niños y demás monitores celebran la caída de Perkis, pero Pat Finley (Tom McGowan) a pesar de su alegría, ve a los niños en mala forma y les anima a hacer ejercicio de manera más moderada y divertida para perder peso, esta vez con más motivación.
Al cabo de unos días, llegan los padres al campamento en donde están sus hijos, no obstante aprovechan que están todos reunidos para mostrarles a estos los métodos de Perkis a través de una grabación en el que incluye un informe médico que alega que tales prácticas son nocivas y un montaje improvisado de unos niños desesperados por comerse una rata ante la mirada horrorizada de los progenitores, al mismo tiempo, Perkis consigue escapar del cerco y empieza a insultar a los padres y sus hijos hasta que en un intento por impresionar al público acaba lesionándose no sin antes agredir al padre de Gerry por defender a su hijo.
Tras el incidente, el propio padre de Perkis (Ben Stiller) pide disculpas a los padres por los malos tratos ocasionados por su hijo y decide cerrar el campamento para indemnizarles a cambio de no demandarle, sin embargo los niños exigen que no lo haga, por lo que este accede a mantener el lugar abierto siempre que un tutor se haga responsable del campamento, por lo que Pat acepta encantado.
En una escena post-créditos, se muestra a Tony convertido en un vendedor ambulante de cristaloterapia sin mucho éxito.