Siempre destacaban en él un gesto o acción notable, era común que comiese al lado de un torero famoso.
El Marqués acudía diariamente a comer al Fornos y esto hizo que se convirtiera en una costumbre visitarlo.
Y cuando no conseguía nada, cruzaba la calle de Alcalá para ir al Café Suizo.
No había portero o personal de vigilancia que le negara la entrada por miedo a "la mala prensa".
Solía ocupar su localidad en el tendido 9 y asistía al espectáculo de la cruz a la raya.
Mariano de Cavia, por ejemplo, escribió crónicas poniendo al perro a caldo por esos espectáculos, que consideraba indecorosos con la lidia.
Este, temiendo tropezarse con el can, y para sacárselo de encima, le dio una estocada.
Mas el can nunca se recuperó y murió poco después.
Tras una etapa sin pena ni gloria disecado en una taberna de Madrid, fue enterrado en el Retiro.