A los 17 años se enlistó en el ejército realista participando en la campaña contra los patriotas argentinos en su natal Alto Perú, prontamente destacó en la caballería formando parte del escuadrón Cazadores Montados, fue ascendido a teniente tras la batalla de Vilcapujio, y a capitán tras la de Viluma.
Por esta distinguida acción le fue obsequiado de manos del mismo Valdés y en presencia de toda la división realista un hermoso sable que había sido tomado al comandante argentino Gregorio Aráoz de Lamadrid durante una escaramuza en el Alto Perú y que Valdez conservaba para premiar el primer rasgo de extraordinario valor.
[2] A pesar de su prometedora carrera en el ejército real, como muchos otros oficiales americanos desertó al bando independentista siendo que pocos días después militaba ya en el ejército patriota, combatiendo el resto de la campaña al ejército en el que hasta entonces había servido y en el que aún formaba un hermano suyo como ayudante de órdenes del brigadier Valdés,[3] incorporado al ejército peruano hizo la segunda campaña de intermedios al mando del general Andrés de Santa Cruz encontrándose en la batalla de Zepita por la que Santa Cruz fue nombrado mariscal, cuando el general Santa Cruz se replegó en derrota del Alto Perú dirigió una partida de soldados dispersos que se unieron al ejército del caudillo patriota José Miguel Lanza para combatir a sus órdenes en Alzuri contra las fuerzas del general Olañeta donde a pesar de su valor fueron derrotados por las mejor pertrechadas tropas realistas,[4] luego de esta acción retornó a Lima para unirse al ejército unido de Bolívar siendo nombrado comandante del tercer escuadrón de "Húsares del Perú" que por su brava participación en la batalla de Junín, en la que el comandante Soto fue reconocido por su valor en el parte oficial, fueron renombrados por el libertador como "Húsares de Junín", y que hoy constituyen la guardia presidencial del Perú.
El grueso del ejército boliviano al mando del general José María Pérez de Urdininea, fuertemente disminuido por la deserción de jefes y soldados al ejército de Gamarra, se retiró a Oruro sin presentar batalla.
Seguidamente el ejército peruano ocupó las ciudades de La Paz y Oruro.
Para ello, tuvo que confabular con el mariscal y poco después presidente del Perú, el general Agustín Gamarra –quien comandó la anterior intervención–, pero este se negaba intervenir sublevándose como pretendía Blanco, así que instigó a provocar las revueltas que dio en septiembre de 1828, el coronel José Ramón de Loayza Pacheco, quien compartía los ideales de Santa Cruz, Gamarra y Blanco.