Pertenecía a la poderosa familia Farnesio (en italiano, Farnese), latifundistas en la zona del lago de Bolsena.
Se educó primero en Roma, con Pomponio Leto y después en Florencia, en el palacio de Lorenzo el Magnífico, donde conoció al futuro León X.
Su carrera eclesiástica fue rápida aunque solo fue ordenado presbítero a la tardía edad de 51 años, en 1519.
Estos nombramientos fueron criticados y protestados, pero pronto olvidados cuando se incorporaron al Sagrado Colegio Cardenalicio personalidades de la talla de Reginald Pole, Gasparo Contarini, Jacopo Sadoleto y Gian Pietro Caraffa.
[4] Este papa también reformó la Cámara Apostólica, el Tribunal de la Rota, la Penitenciaría y la Cancillería.
Entre sus prioridades estaban asegurar los dominios papales (Estados Pontificios) y reforzar la posición de la familia Farnesio.
Paulo III pidió expresamente al jesuita español Francisco Javier que partiese de Roma a las Indias Orientales como legado suyo.
En 1540 Paulo III tuvo que hacer frente a una insurrección en la ciudad de Perugia motivada por los nuevos tributos impuestos por el papa.
Copérnico, buen católico, publicó su libro a instancia de dos eminentes prelados y se lo dedicó al papa, quien lo recibió cordialmente.
[9] De hecho Paulo III, al igual que muchas personas del Renacimiento, era un gran aficionado a la astrología.
Las regiones de Dinamarca, Noruega e Islandia gobernadas por el rey Cristián III fueron convertidas al luteranismo en 1537.
El obispo Jón Arason de Hólar se mantuvo leal a la Iglesia católica y el papa Paulo III animó su lucha contra el rey danés mediante cartas e incluso regalos.
[13] En Francia los luteranos franceses publicaron en 1534 libelos contra la Misa católica en París y diversos lugares.
En Polonia el rey Segismundo I Jagellón el Viejo había empezado a impedir la difusión de las tesis luteranas en su territorio.
Paulo III apoyó con tropas y dinero al emperador Carlos V que resultó victorioso en la guerra e impuso el Interim de Augsburgo a los rebeldes protestantes.
Para ello dedicó mucho dinero en la construcción y reparación de calles, logrando así mejorar el tránsito en la ciudad.
Por encargo del papa Clemente VII y más tarde confirmado por Paulo III, Miguel Ángel aceptó pintar en la pared del altar de la Capilla Sixtina, el fresco del Juicio Final y otros dos frescos para la Capilla Paulina: La conversión de san Pablo y El Martirio de San Pedro.
Sufrió una fiebre violenta y falleció rápidamente en el palacio del Quirinal, a la edad de 81 años.