En un principio un osmómetro era un aparato que se empleaba para medir la presión osmótica entre una solución y un solvente: actualmente también se denomina osmómetro a los aparatos utilizados para determinar la osmolaridad de las soluciones, es decir, las concentraciones efectivas de solutos que causan la presión osmótica, algunos de los cuales no emplean medidas de presión osmótica sino otras propiedades coligativas que conducen a resultados más exactos.
Dutrochet no realizaba mediciones precisas, sino que su aparato se utilizaba para visualizar el fenómeno.
En las dos primeras décadas del siglo XX las técnicas para medir la presión osmótica mejoraron.
Ocurría que las mediciones con osmómetros ordinarios estaban sujetas a una larga espera, porque el flujo osmótico es un proceso de transporte lento.
La modificación de Hartley fue muy simple y efectiva: consiste en lograr en forma inmediata el equilibrio, aplicando una presión para que el flujo osmótico sea cancelado.
Gracias a la invención del osmómetro dinámico ha sido posible recuperar la medición de la presión osmótica con una técnica analítica.
El depósito deja de desplazarse cuando se detecta que la microburbuja recupera su forma original.
Bajo control electrónico, el termopar busca entonces la temperatura del punto de rocío dentro del espacio cerrado, dando una señal proporcional al diferencial de temperatura.
La congelación se inicia después mediante una perturbación física (ultrasonidos, agitación,...) o en algunos casos sembrando un cristal pequeño de disolvente.
Las medidas de temperatura se realizan con un termistor calibrado, seleccionado para dar una respuesta lineal.