Los primeros observatorios fueron creados para observar fenómenos astronómicos o atmosféricos, pero en las últimas décadas han surgido múltiples instituciones dedicadas a diversas áreas sociales que han adoptado el nombre de observatorios.
Los observatorios astronómicos se instalan en lugares que posean un clima, o las condiciones apropiadas para la observación.
En una época posterior, el landgrave de Hesse-Cassel Guillermo IV ordenó construir un observatorio en 1561, y Tycho Brahe levantó en 1576 el famoso Uranienburgo en la isla de Hiren, entre Copenhague y Malmoe, en el Sund, situado a la entrada del Báltico.
Se dividen en dos tipos: Satélites que cartografían todo el cielo (estudio astronómico), y satélites que se centran en objetos astronómicos seleccionados o en partes del cielo y más allá.
Se trata de globos o aviones que contienen telescopios astronómicos, además suelen trabajar en el espectro infrarrojo.
Los telescopios espaciales pueden utilizarse para observar objetos astronómicos en longitudes de onda del espectro electromagnético que no pueden penetrar la atmósfera terrestre y que, por tanto, son imposibles de observar con telescopios terrestres.
Los telescopios espaciales son mucho más caros de construir que los terrestres.
Debido a su ubicación, los telescopios espaciales también son extremadamente difíciles de mantener.
Aquellos observatorios construidos al nivel del suelo, y tienen una historia larga que se remonta a las antiguas civilizaciones.
[9] El uso del telescopio como herramienta para observar el cielo nocturno se remonta hasta Galileo quien usó un rudimentario telescopio hecho de cartón y unas cuantas lentes para observar la Luna, sin embargo, el telescopio ha ido evolucionando y adquiriendo una historia y una identidad que pasa desapercibida por la gran mayoría.
A pesar de todo esto las mejoras siguieron llegando, ahora un telescopio no solo era un artefacto para mirar y maravillarse con los cuerpos celestes sino que ahora también era una herramienta de medición.