Esta celebración, en virtud del mencionando decreto, estaba asentada también en otros puntos geográficos del orbe católico, posiblemente en iglesias orientales gracias a la expansión del culto mariano, el cual, según Bishop, fue introducido en tierras españolas a raíz de la difusión de los textos de San Efrén.
En lo que atañe a su representación iconográfica, la tipología queda definida por la mujer apocalíptica que debía dar a luz a un niño, si bien los diversos modelos conservados, tanto en pintura como en estatuaria, muestran esta condición de múltiples formas, algunas más explícitamente que otras.
[4] Este origen monárquico, planteado por Pedro Dias en 1995 y apoyado desde entonces por diversos autores, se contrapone sin embargo a la opinión de varios historiadores, como Carmen Manso Porto, quien fecha el conjunto en el periodo 1330-1340, época en que el Maestro Pero trabajó en Coímbra; José Carlos Valle Pérez, quien lo sitúa en la segunda mitad del siglo xiv; Manuel Núñez Rodríguez, quien lo encuadra en los primeros años del siglo xv del mismo modo que Antonio López Ferreiro y basándose en las relaciones entre Galicia y Portugal en tiempos del arzobispo Lope de Mendoza; y Ramón Yzquierdo Perrín y Alejandro Barral Iglesias, quienes lo sitúan en la segunda mitad o a finales del siglo xv.
Esta circunstancia obligaría a datar la imagen en una fecha mucho más temprana, en torno a 40 años antes de la labra del sepulcro de la reina, la primera obra del maestro que con certeza se conoce en Portugal, aparte de que su estilo la sitúa a partir del siglo xiv, mientras que en el supuesto de que la monarca hubiese quedado encinta para 1325, dicho embarazo tuvo necesariamente que concluir en un aborto puesto que la reina no tuvo más descendencia, aunque esta hipótesis se considera muy poco probable puesto que para ese entonces la monarca contaba con más de 50 años, edad bastante tardía para un embarazo además de algo inusual en aquella época, de lo que debería haber quedado constancia en las crónicas del momento, las cuales no mencionan nada al respecto.
Siguiendo con la estela planteada por da Silva, Marta Cendón Fernández sugiere que la imagen de Nuestra Señora de la Preñada podría ser no un retrato al natural sino una obra creada mediante el empleo de una mascarilla funeraria, práctica no obstante muy posterior a la fecha en que comúnmente se sitúa la pieza, argumentando por otro lado que el retrato escultórico funerario era ajeno al occidente peninsular y que las efigies fúnebres podrían no constituir la reproducción fiel de unos rasgos concretos sino un mismo modelo ejecutado por los talleres el cual variaba en mayor o menor medida en función de la persona retratada, aunque manteniendo el mismo esquema compositivo.
[8] Se desconoce la fecha en que Nuestra Señora de la Preñada fue instalada en este emplazamiento, aunque sí consta que se hallaba ubicaba en los machones inmediatos al respaldo del coro,[9]: 89 concretamente en la primera columna inmediata a la reja del lado del evangelio en la nave de la Soledad, cobijada en un retablo fijado al pilar.
[nota 6] La imagen, de aproximadamente 160 cm de alto,[6] evoca a la mujer apocalíptica que tenía como misión dar a luz a un niño para la salvación del mundo, si bien este detalle, comúnmente representado con un disco solar en el vientre y la figura embrionaria del infante en su interior, no aparece plasmado más allá de un vientre abultado; es posible que la piedad de los fieles no fuese tan exigente como para resultar necesaria una representación más explícita, limitándose la talla a exhibir un discreto aunque muy realista estado de gravidez; la naturalidad con la que se muestra la gestación armoniza a la vez con la línea en S tan apreciada por las damas de alcurnia, aspecto muy presente en la escultura gótica.
En consonancia con esta práctica, la Virgen muestra un vientre notablemente abultado sobre el que posa su mano izquierda para hacer aún más evidente su estado de buena esperanza.
La túnica se complementa con un manto que enmarca el rostro, el cual exhibe un semblante turbado y perplejo producto del mensaje de San Gabriel relativo al misterio de la Encarnación, recogido en el Evangelio de Lucas: «Concebirás en tu seno y parirás un hijo».
La respuesta de María queda implícita gracias al gesto que realiza con la mano derecha: «¿Cómo será esto?, porque yo no conozco barón».
[2]: 413 En lo tocante a la policromía, fechada en el siglo xvi,[8] la túnica muestra un tono rojizo que contrasta con el azul celeste del manto; en el escote y las mangas sobresale un estampado de lunares que armoniza con las filigranas doradas del manto a la vez que permite resaltar el voluminoso broche cuadrilobulado que cierra el escote, destacando por su parte unos borceguíes negros apuntados y un abundante cabello castaño claro que cae delicadamente sobre los hombros en suaves ondas.
No obstante, el torso no hace gala de una marcada verticalidad sino que muestra una leve torsión, detalle que sin embargo no supone una ruptura con la ley de frontalidad, constatada por la rigidez del cuello, lo que refuerza la plasticidad de la imagen.
No obstante, se percibe una fuerte dialectalización en la talla compostelana, pues la figura portuguesa exhibe mayor grado de elasticidad mientras que la compostelana posee un rostro más sumariamente trabajado a la par que un cabello menos elaborado, coronándose con un pequeño bonete redondo que se ajusta al occipucio, pese a lo cual ambas guardan una importante relación iconográfica y estilística.