En la parte norte se combinaba con rampas defensivas de tierra, lo que permitía incrementar el grosor del muro y, a los defensores, tener en el interior una plataforma para repeler cualquier ataque.
Las murallas fueron obstáculo suficiente para contener el formidable ataque de Aníbal en 211 a. C. durante la segunda guerra púnica.
La muralla se mantuvo casi idéntica al final de la República y en los inicios del Imperio, para ser posteriormente ampliada para recoger los distintos distritos en que Augusto dividió la ciudad tras su crecimiento.
No obstante, con la extensión del Imperio y la seguridad de la ciudad, dado que las fronteras se extendían por todo el Mediterráneo, las murallas perdieron su utilidad.
Las puertas que se considera existieron en algún momento en las Murallas Servianas, en el sentido de las agujas del reloj, son: