La subsiguiente Guerra Civil lo hizo conocer al director Antonio del Amo, con quien sirvió a las órdenes de Valentín González, El Campesino.
Con este amigo iniciaría una intensa colaboración: para él escribió los guiones de cuatro largometrajes entre 1947 y 1949.
Después su carrera decayó con media docena de trabajos alimenticios y comerciales, por ejemplo Una chica de Chicago (1958), Duelo en la cañada (1959), un western ambientado en Andalucía; Pescando millones (1960) y Loca juventud (1964), a la mayor gloria esta última del actor infantil Joselito.
Sobresalió en el thriller de género negro e inspiración hitchcockiana / clouzotiana (A hierro muere, 1961).
Cierra su filmografía quizá la más personal de sus películas: Morir... dormir... tal vez soñar (1976), que, sin embargo, pasó desapercibida.
En su faceta de escritor llegó ser finalista del Premio Nadal con su novela Destino negro.