Monasterio de Santa María de El Paular

Se supone que su topónimo deriva de la presencia abundante de álamos blancos (Populus alba) o pobos en esta zona cercana a las riberas del río Lozoya.La ubicación fue elegida por el monarca y, según cuenta la tradición, decidió que el monasterio fuese de la orden cartuja debido a que, durante la guerra en Francia, su ejército había incendiado un monasterio de la misma orden.En sus inicios se dieron cita diferentes maestros y arquitectos como Rodrigo Alfonso, que intervino también en la catedral de Toledo, el morisco Abderramán, a quien se debe el refectorio gótico-mudéjar y Juan Guas, responsable del atrio y la portada de la iglesia y del claustro de los monjes, que cuenta con un templete octogonal muy característico que alberga en su interior una fuente.[4]​ Lo mejor, sin embargo, es el retablo, realizado a finales del siglo XV en alabastro policromado.[5]​ Está perfectamente conservado, y recientemente ha sido objeto de una cuidadosa limpieza, que le ha devuelto todo su esplendor.Tras la desamortización en 1835, fueron arrancados y repartidos entre diversos museos e instituciones, pero sorprendentemente se conservaron casi todos: 52.Los dos que faltan fueron quemados durante la Guerra Civil por los republicanos en Tortosa, Tarragona, en cuyo Museo Municipal se hallaban depositados.[6]​ Sobre este tema existe una espléndida monografía publicada en español en 1998 por Werner Beutler: Vicente Carducho en El Paular (editorial Verlag Locher, Köln).Esta obra ha sido completada con un opúsculo del mismo autor, titulado El retorno de Vicente Carducho a El Paular, editado en 2006 con texto en español y alemán; opúsculo en el que narra y actualiza la gran aventura que está a punto de culminarse.Gracias a este criterio básico, y a los laboriosos trabajos de restauración, ha sido posible la instalación de las pinturas en el mismo sitio donde estuvieron y para el que fueron creadas.Las capillas y el tabernáculo forman un conjunto que se comenzó en 1718,[9]​ reformando la antigua capilla de forma ochavada que existía para la exposición y adoración del Santísimo.El resto son del vallisoletano Pedro Alonso de los Ríos.Durante la restauración del siglo XVIII, se colocó un falso entablamento adornado con angelotes y frutos policromados, así como con un escudo de Castilla en el muro occidental.El fondo pictórico, que representa una Jerusalén celestial, es del siglo XVII.Debajo del calvario, en el lugar para el que fue realizado y en calidad de depósito temporal del Museo Cerralbo, se sitúa un cuadro de Eugenio Orozco, de 1634, que representa la última cena en el momento que Jesús está diciendo a sus apóstoles ‘uno de vosotros me va a traicionar’, una copia del que Tiziano realizó para El Escorial.Desde el siglo XV al siglo XIX casi todo el valle del Lozoya dependió en gran parte de la actividad agrícola, industrial y comercial del monasterio.Tras la importante labor de restauración e investigación arqueológica llevada a cabo por el Ministerio de Cultura y la Comunidad de Madrid en el conjunto monástico (desde que en 1996 se redacta el Plan Director de Intervención Integral) se han resuelto los problemas que afectaban al soporte físico, se ha mejorado su funcionalidad y se han puesto en valor los bienes muebles y elementos singulares que contienen.Está abierto al público, pudiéndose realizar diferentes tipos de visita: visitas autoguiadas a la zona del Claustro Mayor donde se expone la obra pictórica Serie cartujana de Vicente Carducho.Paseando al atardecer por el fondo del valle, entre el Lozoya y la tapia de la antigua cartuja, resuenan aún los versos de un monje del Paular: Todavía hay un valle y una tarde serena.
Puerta.
Interior del claustro con cuadros de Vicente Carducho .
Fuente y galería porticada.
Capilla del Sagrario (o transparente).
Vista del monasterio en 1878 en un grabado realizado a partir de dibujo del natural de José Riudavets y Monjó .
Vista del monasterio del Paular ( La Esfera , 1928)
Estanque de El Paular (1921-1923), de Enrique Simonet .
Vista aérea del monasterio.