Dichos gobiernos se caracterizaron por significativos avances en el campo educativo, civil, tecnológico, económico y militar.
Hubo un notorio decaimiento de las libertades públicas y numerosos ciudadanos fueron expatriados (en la Barca Puig en 1875, por ejemplo), asesinados o desaparecidos.
Pese a ello, no fueron radicalmente anticlericales y en el período se creó el Obispado de Montevideo.
Sin embargo, eso no logró que los intelectuales y los políticos se olvidaran que estaban viviendo un período dictatorial, y procuraron regresar a la legalidad desde el inicio mismo del período, ya sea con atentados o rebeliones.
Durante el período, los partidos políticos se reorganizaron y fortalecieron para lograr dicho fin que regiría posteriormente.
Había una fuerte guardia militar, por lo que tenía escasas posibilidades de salir con vida.
Los efectos del atentado fueron de gran importancia: Santos sobrevivió pero quedó disminuido y desmoralizado.
Los historiadores nacionalistas, en cambio, y algunos destacados investigadores de la izquierda política, han subrayado las grandes realizaciones en todos los campos para sostener que el Uruguay moderno no puede entenderse sin esos quince años durante los cuales se acentuó el proceso hacia la muerte del país pastoril y del tipo de vida gauchesco y se sentaron las bases del acelerado proceso de las décadas siguientes.