Pedro I, conocido como "el Cruel" por sus enemigos y "el Justiciero" por sus partidarios, gobernaba con una política autoritaria que enfrentó a buena parte de la nobleza.
Las mercedes no fueron simples gestos de gratitud, sino una reconfiguración del sistema feudal castellano.
La enorme influencia que la nobleza adquirió gracias a las mercedes enriqueñas y la fragmentación del poder generó constantes tensiones con la monarquía, que buscaba restaurar su autoridad, protagonizando la poderosa nobleza revueltas y guerras civiles durante los reinados posteriores, Este pulso entre Corona y nobleza definió la política castellana durante más de un siglo.
Esta injerencia generó tensiones con la nobleza castellana, que buscaba preservar sus privilegios obtenidos durante las mercedes enriqueñas.
Esto desencadenó una prolongada guerra civil entre el bando realista, liderado por Luna, y la facción nobiliaria aliada con los infantes aragoneses.
Recompensaron a casas leales como la Casa de Mendoza, que se adaptó al nuevo orden y mantuvo su influencia en la corte, mientras que familias como la de Pacheco vieron reducidos sus privilegios por oponerse.