El proceso tendría continuidad a lo largo del siglo en las desamortizaciones de Espartero y Madoz.
[5] La envoltura literaria de la trama viene en este episodio protagonizada por el joven romántico Fernando Calpena, acompañado por un elenco de singulares secundarios entre los que destaca su amigo Pedro Hillo, clérigo ilustrado, y Aura, una mujer libre e inteligente, un personaje femenino digno de Tolstói.
Calpena permaneció inmóvil y mudo, estatua de la cortedad respetuosa.
Pero es casi seguro que era pura aprensión; al menos, así lo creyó después.
Entre personaje tan elevado y un pobre subalterno de ínfima categoría, no podían mediar más palabras que las naturales entre el señor y el criado que le sirve.